jueves, 4 de febrero de 2016

Shusaku Endo | El samurai | Reseña

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Reseña y opinión sobre:

Shusaku Endo: El samurái




Novela de los géneros Histórica y Aventuras. Se lee sola y su final es auto conclusivo, sin que sea parte de ninguna serie.


Shusaku Endo nació en Japón, para irse a vivir al poco a la zona japonesa de Manchuria. Pero después del divorcio de sus padres vuelve a Japón donde es bautizado como católico. Sus estudios transcurren en Francia, donde poco después publica su primera obra: “El mar y el veneno”, en ella denuncia la brutalidad del fanatismo militar. Actualmente es uno de los novelistas más importantes de Japón y ha recibido varios premios por sus obras. Además de escribir libros, colabora con periódicos, revistas y la televisión.


     —Se ha iniciado allí una gran cacería de cristianos. Mientras regresaba, vi que traían a muchos de ellos por las calles.
                     El samurai sabía que ese año el Naifu, el padre del actual Shogun, había prohibido que se enseñase el cristianismo en los dominios directamente administrados por el shogunado. A consecuencia de esto, los cristianos exiliados habían emigrado a las provincias occidentales o al noreste, donde no se aplicaba dicha prohibición.     
Los prisioneros que había visto el señor Ishida montaban caballos de tiro, estaban cubiertos de banderillas de papel y eran conducidos por las calles principales de los pueblos hacia el terreno de la ejecución. A su paso, los prisioneros hablaban con personas conocidas de la multitud, y no parecían temer a la muerte.”

Riku es un samurái que, a la muerte de su padre, ha heredado el gobierno de la familia Hasekura. Aunque todavía consulta en la mayoría de sus decisiones a su tío, el cual luchó junto a su padre en muchas campañas para su señor Ishida. Un señor que en premio por sus servicios les hizo un gran mal. Trasladó a la familia Hasekura a una cenagosa llanura para poblarla y les quitó sus ricas tierras en Kurokawa donde sus antepasados habían vivido y luchado durante muchas generaciones. Riku sospecha que ese “premio” se debe a ciertos familiares lejanos que lucharon contra su señor y a los que su padre ayudó a escapar.

Cada cierto tiempo su tío va a ver al señor Ishida para recuperar sus antiguas tierras, pero sin resultado alguno. Ya lleva así once años y empieza a creer que tendrán que seguir viviendo en una región en la que se teme más al hambre que a la guerra.
Un día, Riku, recibe la llamada del señor Ishida El padre del Shogun ha iniciado una persecución de cristianos en Edo y puede que se le requiera para algún servicio.

Mientras, Velasco, un misionero franciscano se pudre desde hace días en una celda, pensando en lo difíciles que son las relaciones con los japoneses por culpa de los jesuitas, los cuales se meten en la política interna y siembran la desconfianza de los gobernantes del país. Un día lo sacan de la celda y es puesto en libertad “todo ha sido un error” dice un miembro del gobierno, el cual sin embargo, también le comenta que podría haberle pasado cualquier cosa si alguien importante no hubiera intercedido por él.

      “—¿Conocéis al señor Ishida? Éste es el señor Velasco, a quien se le ha permitido permanecer en Edo en calidad de intérprete.
        El samurai gordo sonrió e hizo una leve inclinación.
      —¿Habéis estado alguna vez en el noreste?
      El misionero mantuvo las manos sobre las rodillas y movió la cabeza. Años de experiencia le habían enseñado el protocolo en esas situaciones.
      —El dominio del señor Ishida no es como Edo —dijo el asesor con una pizca de ironía—. Me dicen que allí no castigan a los cristianos. Podríais vivir allí sin nada que temer, señor Velasco.
      Por supuesto, el misionero lo sabía. El Naifu había proscrito el cristianismo en los dominios sometidos a su control directo, pero no había obligado a los demás daimyos a seguir su ejemplo, temiendo una rebelión de los fieles y guerreros cristianos, y toleraba a los numerosos cristianos que habían huido al noreste o a las provincias occidentales después de ser expulsados de Edo.”

Le dejan presenciar una conversación en la que el ministro de moneda japonés habla sobre construir un galeón usando marinos españoles para poder comerciar directamente con América, ya que el virrey de Manila se lo tiene prohibido a los japoneses y sólo los galeones provenientes de Filipinas traen el comercio a las costas niponas. Velasco cree que la avaricia de los japoneses puede ser usada para poder difundir la fe por todo el país.

Un día Riku recibe una orden para presentarse en el castillo de su señor donde se le comunica que partirá en una expedición. Allí también se encuentra Velasco haciendo de intérprete. Los japoneses carecen de tecnología para construir un galeón y los ingenieros españoles les piden unos recursos a los que no están acostumbrados.

Por fin se llega a un acuerdo. A cambio de poder difundir el cristianismo por todo Japón, los franciscanos se ofrecen a interceder ante el Papa de Roma para que convenza al rey de España de que deje navegar a los comerciantes japoneses por sus dominios, unas posesiones que los gobernantes nipones no alcanzan a comprender, como comprueba el monje. Riku y otro grupo de samuráis representarán al señor Ishida en la petición ante el Papa y el rey de España en un viaje de una magnitud que ni siquiera pueden soñar.

El samurái” se sitúa en el Japón de principios del siglo XVII y la historia está contada desde el punto de vista de alguien oriundo de ese país. Aunque los nombres están cambiados, está totalmente basada en hechos reales. De hecho, “Japón” es un apellido bastante común en la población sevillana de Coria del Rio donde viven los descendientes de los miembros de esa embajada.

No es una novela de acción, es la historia del enfrentamiento entre los puntos de vista de dos culturas y del descubrimiento de los japoneses de que el mundo es mucho más grande de lo que se imaginaban, y de la necesidad de protegerse ellos y su cultura de la influencia e incluso de la invasión militar por parte de las potencias extranjeras.

      “—En el tiempo que me he visto obligado a permanecer en el Japón —me dijo hace dos días—, no he podido soportar la arrogancia y el genio vivo de los japoneses. Nunca he conocido gente menos sincera, gente que considera una virtud lograr que nadie sepa lo que piensan.
      Ni el capitán ni el primer oficial parecían interesados, pero aun así enumeré los errores de la estrategia jesuita uno por uno. Por ejemplo, el padre Coelho y el padre Frois querían que el Japón fuera una colonia española para propagar luego el cristianismo. Los gobernantes japoneses se encolerizaron cuando lo supieron. Cuando hablo de los jesuitas, muchas veces pierdo la prudencia.
      —Para difundir en el Japón las enseñanzas de Dios —terminé, arrastrado por la pasión—, sólo hay un método posible. Hay que engatusarlos. España debe estar dispuesta a compartir con los japoneses las ganancias del comercio en el Pacífico a cambio de facilidades para la evangelización. Los japoneses sacrificarán cualquier otra cosa por esas ganancias.”

El padre Velasco es un ingenuo pero sin embargo le sobra la fe y la buena voluntad. También ha aprendido algunos trucos mientras está atrapado en las intrigas de los arteros gobernantes japoneses y los no menos astutos jesuitas. Aún así, ha conseguido la promesa de la embajada ante el Papa y el rey. Sueña con ser el obispo de Nagasaki y construir una enorme catedral allí.

Riku Hasekura, samurái de provincias, no entiende nada. Su mundo es el pobre feudo al que lo ha trasladado su señor. Huele a campesino, ya que él también tiene que ayudar en lo que pueda. Sus tierras son tan pobres que ni siquiera una buena cosecha es garantía de defensa contra el hambre.
Su tío le convence de que viajar en la embajada puede hacer que les devuelvan sus antiguas tierras, pero a él no le interesan los extranjeros, nunca había visto uno. Sin embargo, durante el viaje irá descubriendo que las ventanas sirven para algo más que para vigilar los movimientos del enemigo y que hay gente que sonríe a los demás sinceramente y no sólo para ocultar sus intenciones o su ánimo.

Un libro que es sumamente entretenido. Los que se esperen mucha acción, basándose en el título, descubrirán que es más bien un libro de viajes, junto con algunas tramas y conjuras en el cual, lo principal es el cambio de la personalidad de los protagonistas conforme van aprendiendo de mundos distintos y vedados a ellos hasta entonces.

Totalmente recomendado para todo el mundo. Es un libro que transmite una belleza especial sobre un hecho no muy conocido en occidente a lo largo de sus 448 páginas. No en vano la obra literaria de su autor es una de las más reconocidas en Japón.

4 comentarios:

  1. Mezcla de culturas, Occidente y Oriente. Desconocía que los europeos intentarán evangelizar al Japón, lo digo porque creo jamás estuvo colonizado, o si?
    Un abrazo

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  2. Veamos, en la época del libro más bien estuvo medio evangelizado, había bastantes crisitanos, pero luego las cosas se torciero (gracias a los jesuitas). De hecho España estuvo pensando en invadirlo, pero era muy poco territorio y estaba en la otra punta del mundo. Luego el país se encerró en si mismo. Dos siglos más tarde, cuando el mundo era más pequeño no tuvo más remedio que "abrirse" al comercio occcidental gracias a cuatro barcos yankis que amenazaron con bombardear los puertos japoneses si no abrían el país a los extranjeros y ahí es cuando el país va perdiendo muchas de sus antiguas costumbres, los samuráis caen en desgracia y Japón se empieza a occidentalizar. Resumiendo, colonizado no, pero sí que tuvo que addaptarse cuando los obligaron.

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  3. Me parece muy interesante los acontecimientos en los que se centra, eso sumado a que la cultura japonesa me fascina creo que me lo llevo más que apuntado ;)

    Besos

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    1. Pués a disfrutarlo. A mí me encantó cuando lo leí y ya hace bastante de ello. El repaso que le he dado para hacer la reseña me ha recordado lo bueno que es.

      Besos

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